Las redes de telefonía satelital pueden democratizar la comunicación global

Las redes de telefonía satelital pueden democratizar la comunicación global

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A principios de este año, utilizando la red de T-Mobile, SpaceX envió y recibió mensajes de texto con éxito utilizando nuevos satélites Starlink directos a la celda que brindan conectividad de banda ancha a teléfonos inteligentes en cualquier parte del mundo, sin pasar por la infraestructura tradicional.

Si bien algunos considerarán que esto es un acontecimiento inofensivo, es un momento monumental tanto para la tecnología de la comunicación como para la geopolítica. En efecto, significa el teléfono satelital, que alguna vez fue dominio exclusivo de funcionarios gubernamentales, diplomáticos, periodistas y agentes secretos ficticios, pronto podría estar mucho más disponible en todo el mundo. Las implicaciones son considerables. 

En primer lugar, esto plantea cuestiones fundamentales sobre la soberanía de los datos y los sistemas heredados. Es probable que los nuevos sistemas satelitales que pronto puedan suplantar a las torres de telefonía celular y los cables de fibra óptica actuales estén controlados por grandes actores corporativos transnacionales, como SpaceX. Esto significa que quedará marginado el papel del Estado en la construcción de la infraestructura, el control del contenido que transmite y el control de los datos que fluyen a través de ella.  

En segundo lugar, este desarrollo empoderará a los actores corporativos para que desempeñen un papel cada vez más importante en los asuntos nacionales e internacionales. Supongamos que las autoridades nacionales obtienen una orden judicial para intervenir las llamadas de un traficante de drogas en su país. En una visión factible del futuro, es posible que esa nación necesite coordinarse con Starlink en lugar de aprovechar los datos terrestres, lo que plantea problemas en torno al papel de las empresas privadas en los esfuerzos policiales y militares.

En política exterior y de defensa, las consecuencias podrían ser aún más nefastas. En 2022, se alega que Elon Musk arregló para que su red de comunicaciones por satélite Starlink fuera cortada cerca de la costa de Crimea en un esfuerzo por socavar un ataque con drones ucranianos contra buques de guerra rusos, basándose en la premisa de que Ucrania estaba “yendo demasiado lejos”. Pero nadie votó por Musk y, por lo tanto, esa no debería ser su decisión. Sin embargo, a medida que los servicios comerciales de banda ancha satelital y telefonía celular se vuelven más comunes, los líderes empresariales pueden encontrarse más que nunca en estas posiciones de toma de decisiones.

Finalmente, esta tecnología podría ayudar a cumplir la promesa inicial de Internet: el verdadero flujo libre de información. Como sabemos, los autócratas y déspotas tienden a tratar de controlar el flujo de información que podría socavar su control del poder. El ejemplo más destacado es Gran cortafuegos de China, una combinación de herramientas tecnológicas y legales que limita fundamentalmente el alcance de la información disponible para los ciudadanos chinos. 

El problema estratégico de los flujos de información más libres, para autócratas y déspotas, es que requieren absolutamente un control estricto sobre el ecosistema de información. Una vez que comienzan a aparecer grietas en su narrativa, toda la estructura de poder puede verse socavada. Para controlar a las personas, hay que controlar la información. 

Hay un viejo axioma: una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad se pone los zapatos. Esto podría ser correcto. Pero aquí hay una nueva: la verdad es como la pasta de dientes, te hace sentir más limpio y una vez que sale del tubo, no puedes volver a colocarlo. 

Para Irán, esta preocupación quedó plenamente expuesta durante la tercera sesión de la Reunión del Grupo de Trabajo de Composición Abierta de las Naciones Unidas sobre la Reducción de las Amenazas Espaciales celebrada en la oficina de la ONU en Ginebra, Suiza. Durante el tercera reunión El 31 de enero de 2023, Irán protestó por la “operación ilegal del servicio de Internet por satélite de banda ancha conocido como Starlink” dentro de su territorio “con el apoyo del gobierno de Estados Unidos” y argumentó que esto se estaba llevando a cabo “con la esperanza de proporcionar una Internet de respaldo”. "

Implícito en la denuncia: Irán está preocupado por lo que sucede cuando no puede controlar el flujo de información dentro de sus fronteras. 

Ciertamente, las democracias están inundadas de información sin censura y están lidiando con sus propios problemas de polarización, desinformación y desintegración de concepciones compartidas de la verdad. Pero gracias a la nueva herramienta de los satélites directos a las células, las personas de cualquier país de la Tierra pueden, en teoría, conectarse con cualquier persona, en cualquier lugar. Esto democratiza aún más las libertades, amplía el flujo de información y cierra la brecha entre los conectados y los no conectados. Deja de lado los cuellos de botella tecnológicos cargados de tecnología habilitada por la censura gubernamental. 

Este desarrollo crea dos nuevos desafíos. La primera es que quienes favorecen los flujos libres de información deben gestionar correctamente estas tecnologías si quieren maximizar los beneficios potenciales y mitigar las consecuencias negativas o no deseadas. La segunda es que la órbita de la Tierra es ahora un espacio geopolítico profundamente disputado. Es poco probable que la lucha por el control de este terreno elevado disminuya en el corto plazo. De hecho, lo contrario es cierto. 

Ya no podemos descartar el espacio y los datos que fluyen a través de él como dominio exclusivo de unos pocos expertos novatos. Parte de la dramática expansión de la tecnología en el espacio ha traído a las democracias una nueva herramienta y a los autócratas una nueva preocupación: los satélites directos a las células. A medida que se abre un nuevo frente geopolítico justo encima de nuestras cabezas, es hora de que todos empecemos a prestar atención a estos acontecimientos porque, si bien las implicaciones pueden no ser inmediatamente claras, son profundas. 

Aaron Shull es director general y asesor general del Centro para la Innovación en Gobernanza Internacional.

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